

(Madrid) Al nacer me pusieron de nombre Fernando Fabián, Escribano por mi padre y Bravo por mi madre.
A los diez años conducía un enorme camión debajo de la mesa de mi padre.
A los veinte jugué a los soldaditos.
A los treinta ya tenía comprometido el corazón.
A los cuarenta descubrí la escritura.
A los cincuenta sigo aprendiendo a conducir, a jugar, a comprometerme y a escribir.